"Necesito vivir en este ambiente y no quiero apartarme de él. Esta es mi debilidad, Sinclair, pues a veces me doy clara cuenta de que no debería sentir tales deseos, que son un lujo y una flaqueza.
Sería más digno y más acertado estar sencillamente a disposición del destino, sin aspiraciones de ningún género. Pero no puedo, es lo único que no puedo hacer.
Quizás usted lo consiga algún día. Es muy difícil. Lo he soñado alguna vez; pero no puedo llevarlo a cabo, me da miedo. No puedo decidirme a quedarme tan desnudo y tan solo en medio de la vida; también yo soy un pobre perro flaco, que necesita un poco de calor y de aliento y quisiera sentirse de cuando en cuando entre sus semejantes.
Aquel que verdaderamente no quiere más que su destino no tiene ya semejantes y se alza solitario sobre la Tierra, teniendo sólo en torno suyo los helados espacios infinitos. Tal es Jesús en el huerto de Getsemaní. Ha habido mártires que se han dejado crucificar gustosos y que, sin embargo, no eran héroes, no se habían libertado; querían algo que les era grato y familiar, tenían modelos y tenían ideales.
Aquel que sólo quiere su destino no tiene ya modelos ni ideales, amores ni consuelos. Tal es el camino que realmente debería uno seguir. La gente como usted y como yo vive; ya harto solitaria; pero nosotros todavía nos tenemos uno a otro y tenemos la oculta satisfacción de ser diferentes de los demás, rebelarnos y querer lo extraordinario. Pero también a todo esto se ha de renunciar si se quiere seguir el camino hasta el fin. Tampoco se debe querer ser revolucionario, ejemplo ni martir. No puede concebirse...
No, no podía concebirse. Pero se podía soñarlo, se podía presentirlo, se podía intuirlo. Algunas veces, cuando lograba una hora de plena serenidad espiritual, llegaba a vislumbrarlo. Hundía entonces la mirada en mi mismo y clavaba mis ojos en los del destino."
Extracto de "Demian", de Herman Hesse
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